Girona está situada en la confluencia de los ríos Ter y Onyar, en la ladera de una colina. La importancia estratégica de su emplazamiento ha hecho que fuera una ciudad sitiada y destruida en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos En la época romana se consolidó y llegó a adquirir el valor estratégico de plaza fuerte, incluso de esta época es la construcción del municipium, próxima a la Vía Augusta. Hacia el siglo V se instituye el Obispado, pese a que la ciudad mantendría por entonces un breve dominio musulmán (siglo VIII).
También colaboró con la conquista de
Barcelona, hacia el año 801, posibilitando que estos señoríos se unieran en torno al control de Guifré el Pelós. Carlomagno la convirtió en avanzada fronteriza de su imperio y en uno de los núcleos condales básicos de la Marca Hispánica.
En el siglo XIV ya era considerada la segunda ciudad más poblada de Catalunya.
En épocas de la invasión francesa, en el siglo XIX, Girona fue considerada un baluarte defensivo de
Cataluña y por esta razón sufrió muchos asedios. Es histórica la resistencia que ejerció durante la guerra contra Napoleón (1808-1809). Tras la depresión de esta época la ciudad sufrió un despoblamiento que la redujo la mitad de su demografía.
Habitada desde la época romana, Girona conoce su máximo esplendor durante la Edad Media, época en la que se amplía la ciudad y que constituye un importante centro de mercado. Es Girona uno de los mas importantes conjuntos monumentales de
Cataluña, y la belleza de su casco antiguo conserva todo su sabor medieval.
